Carolina Ariza habla con Fredy Alzate

on sábado, 3 de octubre de 2015


De la serie Arquitecturas leves, 2006 -2015, Lona y maderas recicladas, dimensiones variables.


Fredy Alzate nace en Medellín, Colombia en 1975 en donde vive y trabaja.
Realizó sus estudios de Artes Visuales en la  Universidad de Antioquia y una Maestría en Producción Artística en la Universidad Nacional de Bogotá. En su trabajo, Fredy Alzate busca configurar narrativas distópicas a partir de contextos geográficos o políticos específicos. Reflexiona sobre la naturaleza amenazada, el cambio climático y el urbanismo desenfrenado a través de estrategias que revisan el uso y abuso de los recursos naturales en contextos occidentales; la arquitectura espontánea, la recursividad propia de situaciones contingentes y la emergencia del habitar, desplegando la espacialidad que generan objetos e instalaciones que crecen desde la conciencia del vacío resultante de “la extracción” (como metáfora paradójica de la idea de desarrollo), y la alusión espacial gráfica en expansión de modelos interpretativos de fenómenos culturales. 
Esta representado por la galería de La Oficina de Medellín en donde actualmente presenta la muestra individual  Horror vacui.


Carolina Ariza: ¿Nos podrías presentar las grandes líneas investigativas de tu trabajo?
Fredy Alzate: Mis investigaciones han girado en torno a problemas urbanos desde hace unos diez años. Me interesa encontrar signos que expresen los modelos en que se ha venido construyendo la ciudad latinoamericana, y para esto me he dedicado a analizar las relaciones entre sujeto y territorio, revisando específicamente las periferias urbanas de Bogotá y Medellín en Colombia. También he buscado expresar sistemas de representación arquitectónica donde se contradice el ideal de la ciudad moderna, volviéndose antítesis lo que pretendieron esos modelos importados europeos. Para ello pongo en tensión los procesos de urbanismo determinados por lo institucional con los procesos espontáneos que se van dando por las necesidades específicas de los sujetos, lo que me hace comprender que la arquitectura vernácula se desarrolla en función de lo que las personas tienen en su entorno, así como de los procesos constructivos heredados o adquiridos que ponen en obra.


CA: ¿Te refieres a las barriadas… a las favelas, o como se les dice en Medellín las comunas?

FA: Me refiero a las comunas de escasos recursos situadas sobre todo en barrios periféricos, donde los procesos de urbanismo se inician con barrios de invasión que poco a poco van accediendo a los servicios públicos. A pesar del proceso de regularización del urbanismo, su existencia misma denota las fallas del sistema. Mi trabajo se inspira de las formas de pensar la materia presentes en esos procesos constructivos, vinculando estrategias para resolver  problemas básicos de supervivencia, pero que también son ornamentales. Intento trasladar esas situaciones  contingentes, expresadas, por ejemplo, en la precariedad de las construcciones, a mis propios procesos escultóricos, en los que aplico estas mismas lógicas, buscando generar  resonancias con estos contextos urbanos. Me interesa también buscar paradojas para activar narrativas en el campo de la producción pictórica, gráfica o escultórica, que alerten los imaginarios y que nos lleven a repensar  los modelos preconcebidos que tenemos de la ciudad.



Lugares en fuga, 2014, Intervención MAMM Medellin, Colombia.  Fotografías Carlos Tobón.
Boceto, intervención Lugares en Fuga II, 2012, ARTBO (Feria de Arte de Bogotá), Acrílico y transfer sobre lona 20 x 25 cm.


CA: ¿mo funciona el trabajo de terreno que haces? ¿Cómo incursionas en el contexto de las comunas y cuál es la relación que estableces con el material?

FA: El trabajo de campo me permite descifrar esos procesos constructivos, analizarlos desde  acciones determinadas por el bricolaje, por el uso recurrente de materiales diversos tales como residuos industriales o cosas de segunda mano. Yo aplico esa misma lógica en la búsqueda de materiales para la escultura, a veces voy a depósitos o a lugares de reciclaje y precisamente lo que hago es usurpar esos modelos, esas formas de pensar desde la materia y la estructura,  para luego establecer un diálogo con la gramática escultórica. Intento generar sensaciones que son próximas a mí en campo artístico; a veces pongo situaciones en equilibrio que pueden permanecer o caer  en el espacio de la galería, y el espectador presiente estas situaciones como temporales, susceptibles de cambiar durante el tiempo de la exposición. Por eso me interesan bastante los work in progress, que son situaciones que se provocan en la sala pero que durante el tiempo de exposición van cambiando, ya sea porque las materialidades ceden o colapsan -y en ese caso las reconstruyo-; o por estrategia y metodología. Yo asumo la necesidad de estar cambiando constantemente las formas y la relación con el espacio. En síntesis, diría que intento trasladar al pensamiento escultórico la misma dinámica de movimiento y cambio que caracterizan a los contextos urbanos, sobre todo de los sectores periféricos donde hay modos muy espontáneos de urbanización.


Quinta fachada, 2013, Tejas de zink, objetos encontrados, metal, madera, piedras, ladrillos, plantas naturales, resina, 250 x 320 x 630 cm, Museo de arquitectura Leopoldo Rother, Universidad Nacional, Bogotá.


CA: Me interesa mucho esta idea que tienes de exaltar el equilibrio tan frágil de estas construcciones, o este desequilibrio si se puede decir así, porque se trata de construcciones muy efímeras o potencialmente destruibles con cualquier movimiento sísmico o desbordamiento de un río.

FA: Ellas denotan precisamente esa fragilidad ante la fuerza de lo natural, porque la lluvia o el viento incluso las puede afectar. Hay una imagen que es muy recurrente en esos barrios, y es la presencia de piedras u otros objetos sobre el techo posados ahí con el fin de evitar que el viento se robe las tejas. Son imágenes que me ayudan a reflexionar sobre las formas de habitar, sobre el significado de estas casas que parecieran ser más bien ser trampas, cuyos techos pueden colapsar en cualquier momento. Intento trasladar a las esculturas ese tipo de paradojas, poniendo en tensión las dinámicas de la física, el peso de las cosas y su localización de acuerdo a las estructuras que la soportan. Busco crear un extrañamiento en el espectador, similar al que yo a veces tengo cuando realizo investigaciones de terreno y me asombro al ver esas estructuras que pueden permanecer en el tiempo, en equilibrio o en desequilibrio, sosteniéndose en su precariedad.


Aluvión, 2012, Intervención, Parque Biblioteca de Belén, Medellín, Colombia, Madera, hierro, zinc, objetos encontrados, 500 x 450 x 600 cm, Fotografía Carlos Tobón


CA: Las condiciones sociales y materiales del contexto determinan entonces tu producción plástica, pero ¿de qué modo la utilización de desechos o de materiales pobres o blandos, como los llamas tu, se convierte en un material crítico de la obra o del contexto?

FA: Creo que la mayoría de los materiales, las formas o las estructuras que realizo, así como las situaciones que creo en las salas de exposición (en donde problematizo por ejemplo el piso, el techo, las paredes), se visualizan precisamente por la situación en la que se presentan. A veces pueden ser estructuras muy abstractas, otras veces se crea una relación muy directa con el referente. Creo que eso me permite traducir desde la gramática escultórica un poco de la experiencia que tengo en la ciudad, sobre todo la latinoamericana donde los sistemas tienen muchas fallas a todo nivel. Tomando como punto de partida el urbanismo, quisiera hablar de la ausencia del Estado en los procesos de urbanización en los cinturones de miseria, de la condición del ser humano que está constantemente sobreviviendo a reveses sociales, políticos, pero también a otros ligados al territorio y la naturaleza, que se vuelven amenazas constantes. Mis obras hablan del sujeto y de las formas de habitar, pero también dan cuenta de un estado de las cosas, de las experiencias que permite la ciudad de acuerdo a los modelos de urbanización; hablan también de la ideología de los latinoamericanos, quienes logran superar la adversidad con lo que tienen en sus manos. También hago una lectura desde lo estético, porque me maravilla el uso de la materia y las formas intuitivas que las personas desarrollan para poder construir un techo, una pared, o el uso que le dan a los objetos encontrados para reparar sus casas.



Scarabaeus laticollis, 2015, Objeto en neumático reciclado, 2 metros de diámetro. Intervención Bario la Honda, Medellín, Colombia. Fotografía: Rodrigo Díaz


CA: ¿Puedes hablarnos más concretamente de “Escarabajo Pelotero”? Es una obra que utiliza neumáticos reutilizados, que supongo recuperas, y que por lo demás es un material con el que creo que ya has trabajado en otras ocasiones...

FA: Escarabajo Pelotero es la traducción del nombre del escarabajo andino en latín, Scarabaeus laticollis. El título de la obra proviene de la metáfora que propongo utilizando al insecto como una analogía de las formas de habitar. El origen de esta idea remonta a varios años atrás, cuando me di cuenta de la existencia de un sistema de acueductos informales e ilegales que recorren las callejuelas y los vericuetos de un barrio de Ciudad Bolívar en Bogotá. Esa imagen, con todas esas conexiones expuestas, me hizo concebir una manera muy paradójica de pensar la ciudad como un enjambre de redes o nervios expuestos: a raíz de esa sensación que tuve con la materialidad, con el tubo negro hecho de neumático que servía para hacer los empalmes, fui adoptando poco a poco este material. Experimenté bastante con él; creando objetos amorfos que hacían referencia a estos sistemas de acueducto, buscando crear con ellos un extrañamiento en el espectador frente a este tipo de cosas insólitas que genera la urbanización espontánea.
 Posteriormente fui acogiendo otra referencia: la esfera, una esfera de materiales  de múltiple procedencia, compuesta por pedazos de neumático que se reciclan y que permiten construir esta forma que aún siendo esférica conserva muchas irregularidades, muchas imperfecciones. Decidí utilizar metafóricamente la figura del escarabajo porque ellos van arrastrando el estiércol y la tierra y van haciendo una bola que termina siendo su casa. Me pareció que la imagen del insecto podía servir para crear una potente analogía con la imagen de la gente que transporta en carretas materiales encontrados y desechos industriales, objetos diversos recolectados con el fin de utilizarlos posteriormente para construir sus casas. Quise entonces hacer esa analogía entre esa casa que se arrastra, que se lleva, que rueda, con la imagen de los escarabajos, que hacen lo mismo y que luego depositan sus larvas al interior. Esta analogía también contiene una referencia al territorio: el escarabajo pelotero es de la zona andina, una zona geográficamente accidentada, y aquí en Medellín he visto la dificultad con que la gente transporta sus materiales o sus enseres a zonas muy altas, cuyos accesos son a menudo senderos o escaleras de barro.



CA: Pero la forma esférica es recurrente en varias de tus obras, estando presente por ejemplo en otra de tus obras: “Lugares en fuga”. Es interesante el hecho de que traslades problemas locales hacia una problemática universal, y en este sentido me gustaría que desarrollaras un poco más el tema de la esfera.

FA: La forma esférica me gusta porque induce movimiento, y yo creo que algo que caracteriza a la sociedad latinoamericana es su continuo cambio, su devenir constante causado por muchos flujos sociales, políticos y económicos, que en definitiva son las fuerzas que jalonan el crecimiento abrupto que experimentan nuestras ciudades latinoamericanas. La esfera en el proyecto Lugares en fuga, 2012, simboliza el desplazamiento intra-urbano que se ha venido dando en la ciudad de Medellín desde los últimos quince años, donde familias y grupos humanos de gran tamaño se han visto desplazados dentro de la misma ciudad. Esta problemática social me hizo pensar en la ciudad no como un sistema, sino, más bien, como un conjunto de espacios, por lo que el desplazamiento forzado de esos grupos humanos vendría a ser como una migración de mundos. La utilización del ladrillo reciclado en las obras es una referencia directa a los barrios pobres de Medellín y a estas formas de habitar la ciudad que son determinadas por los límites imaginarios que se establecen a causa de las disputas entre milicias urbanas .
Ahora con este proyecto Scarabaeus laticollis volvió a aparecer la esfera y esta idea de una cosa móvil que cambia, que muta, que está rehaciéndose, que se acumula, que se densifica, y creo que tiene que ver con las sensaciones que me generan los modos en que crece la ciudad latinoamericana. Es una amalgama de cosas heterogéneas y por lo mismo es difícil pensar algo estable, en cambio uno vuelve a Europa después de diez años y pocas cosas han cambiado. En Latinoamérica por el contrario, cada año uno siente cómo se modifica el paisaje urbano. Es algo que está muy presente en ciudades como Sao Paulo, Medellín, Caracas, Bogotá, Ciudad de México, y es esa movilidad, esas mutaciones son parte de lo que quiero hacer presente en los proyectos que desarrollo.



Geografías deshechas, 2013, 1200 llantas recicladas,  sonido amplificado, 5 x 5.4 x 8 mt, 43 Salón (Inter) Nacional de Artistas Colombianos, 2013, Jardín Botánico Medellín. Fotografía Rodrigo Díaz.
De la serie Lugares en fuga, 2011, Acrílico sobre lona, 195 x 200 cm. Cortesía del artista.



CA: Tus dibujos son de una calidad plástica muy fuerte. Me gustaría que hablaras de esa relación que estableces entre el objeto, la fotografía y el dibujo.

FA: Más que un problema escultórico en particular, me interesa el arte contextual o lo que se denomina contemporáneamente arte relacional. No tanto las formas autónomas que se definen en sí, sino las relaciones que éstas pueden generar con un contexto determinado. Me gusta la escultura por la capacidad que tiene de generar referencias a otros contextos, a problemáticas urbanas determinadas. Este proyecto podría definirse como un gesto relacional: cuando yo desplazo el objeto creado a barrios con tipologías urbanas similares a las que encontré en su momento en Ciudad Bolívar de Bogotá, se genera una experiencia muy fuerte con la comunidad; un extrañamiento frente a este volumen creado a partir de la lectura de sus propias prácticas constructivas. Esta experiencia aporta elementos muy relevantes a nivel del proceso de investigación, de ahí la necesidad de estas referencias cruzadas, de pensar el objeto en sala pero también con la interferencia de una fotografía o un video que lo muestra en el contexto que le dio origen.
Me interesan también las narrativas que permite el lenguaje gráfico, que son más especulativas que la fotografía y el objeto, la cuales a veces limitan las posibilidades de alertar imaginarios a partir de los cruces que puedo generar en el proceso de investigación.
Yo siento que uno como artista lee signos y los desplaza a cada lenguaje, y cada medio de expresión permite algunas cosas y otras no. Creo que con los dibujos puedo hacer conjunciones muy interesantes entre las referencias teóricas y prácticas que voy explorando por la vía de la investigación. El dibujo crea puentes, enlaces que me permiten ampliar la narración o generar mayores incertidumbres sobre lo que el espectador ve en la sala de exposición, para que no se quede con la idea de que se trata netamente de un problema escultórico. En ese sentido, siento que la referencia gráfica, unida a la fotografía del objeto en terreno, van creando relaciones que permiten que el espectador le asigne nuevos sentidos a lo que estoy proponiendo en ese despliegue de referencias. La atribución de nuevos significados se hará en función de la experiencia que tenga cada uno con la ciudad, y esto me gusta bastante porque permite que el proyecto se torne polisémico. Como te decía anteriormente, me interesa partir de esos fenómenos urbanos pero no limitarme a la ilustración de los mismos; me gusta también generar inquietud en el espectador con el fin de que repiense las dinámicas urbanas o incluso examine sus propias prácticas, sus propias formas de habitar la ciudad.


Espacio negativo, 2015.Acrilico sobre conglomerado de madera reciclado, escombros. 200 x 100 cm
Horror vacui, 2015. Instalación (3100 piezas en fribrocemento, óxido de hierro).  Galería de la Oficina, Medellín.



CA: Cuéntanos sobre tu muestra en la galería La Oficina y sobre los proyectos que estás desarrollando en este momento.

FA: Estoy presentando una exposición que se llama Horror vacui, que significa miedo al vacío en latín, donde reflexiono sobre diferentes fenómenos ocurridos en Medellín. El origen del proyecto es la falla arquitectónica que presentó un edificio de estratos altos llamado Space. La demolición subsecuente del mismo, su desaparición de la panorámica urbana tenía como objetivo el ocultamiento de las fallas que presenta el sistema de control de la construcción tanto en los estratos altos como en los estratos bajos. Este proyecto es entonces una reflexión sobre el territorio, sobre una geografía accidentada y  la densificación que ha sufrido la ciudad de Medellín, que teniendo poco espacio construible, se va saturando cada vez más tanto en las zonas de estratos altos como bajos. Esta densificación excesiva tiene como consecuencia que no haya espacios verdes o vacíos, por eso acojo este término de miedo al vacío, por esa necesidad acusante de llenar todo.
Esta exposición también es una reflexión sobre una ciudad que se rehace sobre sí misma todo el tiempo. Medellín no tiene un centro antiguo, ya que históricamente se ha ido demoliendo para  dar lugar a nuevas construcciones y esta dinámica constante lleva a que la exposición asuma la idea de una ruina contemporánea y de un colapso permanente de estructuras.